Ricardo José Haddad Musi explica efectos arancelarios en cocina mexicana
Mientras el mundo sigue de cerca las decisiones arancelarias de Estados Unidos, un efecto menos visible comienza a tomar forma en las cocinas mexicanas, el encarecimiento de ingredientes clave para la gastronomía tradicional.
Desde el pasado 1 de agosto, el gobierno de Estados Unidos aplicó un aumento arancelario del 15% a productos importados desde la Unión Europea y del 10% a mercancías mexicanas, tras una negociación que apenas logró una tregua de 90 días. Si bien la medida busca proteger la economía estadounidense, los daños colaterales alcanzan de lleno a sectores sensibles como el agroalimentario y el cultural.
Según datos del INEGI, México importó en 2024 más de 2.5 millones de toneladas de trigo, muchas destinadas a la elaboración de panes árabes y tortillas tradicionales. Asimismo, el país importa un promedio anual de 30 mil toneladas de especias, especialmente comino, cardamomo y pimienta, esenciales para la cocina libanesa y para platillos mestizos como el jocoque seco, los kipes o los tacos al pastor.
“La gente no ve que detrás de cada kilo de trigo hay una historia de migración, de identidad, de resistencia. Estas decisiones no solo encarecen productos, también fragmentan comunidades”, subrayó el empresario, quien ha impulsado una concientización cultural profunda para rescatar técnicas de cocina tradicional.
Además, el impacto no es solo económico. Expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), han advertido que el encarecimiento de los alimentos básicos reduce la diversidad alimentaria, limita la accesibilidad y favorece dietas industrializadas que desplazan las prácticas locales. Un fenómeno que, para Haddad Musi, pone en jaque a las cocinas patrimoniales.
Ricardo José Haddad Musi hizo un llamado urgente a integrar la dimensión cultural en los tratados comerciales y en la formulación de políticas arancelarias, al advertir que la economía no puede seguir desvinculada del patrimonio. Asimismo, instó a fortalecer la producción local de ingredientes tradicionales a través de apoyos directos al campo, incentivos para pequeños productores y programas de educación alimentaria que protejan la memoria culinaria del país.
“Proteger nuestras recetas no es un lujo, es una necesidad. Porque en cada platillo está plasmada nuestra herencia cultural, cada platillo nos recuerda quiénes somos y hacia dónde vamos”, concluyó.
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