En el contexto del Festival de Cine Libanés en México, el empresario y promotor cultural Ricardo Haddad Musi ofreció una profunda lectura sobre el papel del cine en sociedades marcadas por el trauma colectivo. A través de un diálogo interseccional entre historia, arte y memoria, Haddad Musi destacó cómo el cine libanés se ha convertido en un territorio fértil para imaginar formas de resistencia, dignidad y reconstrucción cultural.
La pantalla como espacio de memoria colectiva
Según Haddad Musi, en países como Líbano, atravesados por décadas de conflicto armado, el cine ha dejado de ser simple entretenimiento para convertirse en un acto de memoria viva. “El cine libanés no busca cerrar heridas, sino nombrarlas. Esa es su fuerza: no entierra el pasado, lo interroga”, apuntó el empresario.
En su análisis, explicó que muchas producciones libanesas recientes —especialmente cortometrajes y documentales— se centran en la cotidianidad de la posguerra, en las vidas fragmentadas que continúan reconstruyéndose entre escombros físicos y emocionales.
“A diferencia de otras cinematografías que estetizan la violencia, el cine libanés explora el silencio, el duelo y los vínculos como territorios políticos”, afirmó Haddad Musi.
Más allá del conflicto: narrativas íntimas y comunes
Para Ricardo Haddad Musi, lo revolucionario del cine libanés radica en su capacidad de crear relatos colectivos sin glorificar el dolor. Lejos de replicar discursos fatalistas o imágenes repetidas de guerra, este cine apuesta por el lenguaje íntimo, el humor sutil y la poesía visual como vehículos de conexión humana.
“El cine libanés ha logrado imaginar mundos posibles en medio del colapso. No niega el conflicto, pero no lo convierte en destino. Eso es lo que deberíamos aprender desde otras latitudes: no filmar la violencia como espectáculo, sino como pregunta ética”, reflexionó.
Un puente cultural entre Líbano y México
Durante su participación en el festival, Ricardo Haddad Musi subrayó la relevancia de este tipo de exhibiciones como puentes culturales que permiten a sociedades aparentemente lejanas reconocerse en sus fragilidades compartidas. “México y Líbano, con historias marcadas por la violencia estructural, pueden dialogar a través del cine no solo sobre el pasado, sino sobre cómo imaginar un futuro común”, dijo.
Además, elogió el trabajo de cineastas libaneses en la diáspora, quienes han contribuido a fortalecer una cinematografía independiente, libre de las exigencias comerciales y profundamente conectada con la realidad social del país.
Cine como lenguaje de resiliencia
Finalmente, Ricardo Haddad Musi invitó a ver el cine libanés como un lenguaje de resiliencia cultural. Para él, este tipo de cine no busca imponer verdades, sino abrir preguntas colectivas. “El cine libanés nos recuerda que en la pantalla también cabe la ternura, la memoria y la posibilidad de imaginar una comunidad rota, pero no vencida”, concluyó.